La pasión laica de José Luis Gamboa

Interpretación de la Piedad, por José Luis Gamboa

El pasado 17 de febrero, el profesor y artista plástico zaragozano José Luis Gamboa presentó, en en el estudio arquitectónico PAC 17, situado, como las siglas indican, en los bajos del número 17 de la calle Pedro Arnal Cavero, sus cuatro últimas obras, en las que temas clave de la iconografía religiosa cristiana son tratadas desde una óptica maraca por el humanismo y la actualidad.

Cristos con sexo evidente y caras que en ocasiones remiten a personajes reales, salpicados de elementos trans o queer, que se encuentran rodeados de gentes que traslucen autenticidad y cercanía, vestidas con sus monos y cascos de trabajo o luciendo indumentarias raperas, nos trasladan a un mundo de sentimientos solidarios que exudan compasión y ternura. Tamaña y bella “irreverencia” le dan a sus última producción pictórica un mensaje subliminal alternativo y rupturista no exento de esperanza, elementos que nunca ha abandonado el imaginario artístico de Gamboa.

La muestra puede verse en este moderno y fantástico estudio de arquitectura, situado en el barrio Jesús, junto al CEIP Hilarión Gimeno, hasta el próximo 10 de marzo.

Momento de la presentación

Interpretación del Descendimiento según de Van der Weyden

Presentaciò, a Fraga, del llibre Espejos rotos/ Espills trencats

El proper divendres, 17 de desembre de 2021, tindrà lloc a la seu de la Comarca del Baix Cinca a Fraga, la presentació de la novel·la biogràfica Espejos Rotos, versió castellana de Espills Trencats, dins dels acte de presentació i lliurament dels premis del Concurs Literari i del Rally Fotogràfic del Descens Internacional del Cinca, que organitza la Comarca del Baix Cinca. També es presentará el llibre “La profecía del desierto, de Ana Ballabriga, natural de Candasnos, i David Zaplana.

Pau Gargallo y la corporeidad del vacío

Mario Sasot

Mas Arrondo, Carlos; Pablo Gargallo. La luz habitada. Prensas de la Universidad de Zaragoza. 2021 Reseña

Aunque parezca mentira no existía hasta ahora, en el mundo bibliográfico del arte, una biografía integral del escultor maellano Pau Gargallo Catalán (Maella, 1881- Reus, 1934).

Por fin llegó esta obra, que yo me atrevería a calificar de definitiva, del profesor de Historia del Arte Carlos Mas, donde aborda los aspectos más poliédricos, íntimos humanos y humanísticos de la vida y la obra de Gargallo, alguien que se vio acorralado en un mundo a caballo entre dos guerras mundiales, que salió de una tierra recia, agreste y de profundas tradiciones como Maella, para vivir en una Barcelona dual, imbuida de noucentisme, renaixença y revoluciones proletarias y que acabó, con la llegada del dictador Primo de Rivera al poder, residiendo en el París de las vanguardias de todos los ismos.

El profesor Mas no cae en el recurso fácil de proyectarnos un Gargallo como producto mecanicista de este variopinto contexto socio histórico. Por el contrario, ahonda en las fuentes vitales de un personaje contradictorio, que ha ido forjando su carácter paralelamente a su dominio del arte del metal frente y pese a ese mismo contexto. Y todo ello lo hizo con las armas de su tesón, de unas fuertes convicciones morales y de su acendrado humanismo.

El libro está dividido en seis capítulos. En el primero nos describe sus distintos escenarios biográficos junto a la evolución de su personalidad y la de su producción artística. En el segundo desmenuza las claves formales de la obra del escultor: formatos, temas; materiales… En el tercero busca las influencias en la concepción estética de Gargallo a través de las obsesiones y las filosofías vitales de algunos de sus amigos, fundamentalmente de su etapa parisina como Max Jacob, Reverdy o el músico mequinenzano Soler Casabón. El capítulo cuarto está dedicado a deconstruir los aspectos formales, significativos filosóficos e históricos de su pieza más reconocida, el Gran profeta; su culmen como artista debido a su temprano fallecimiento, ocurrido muy poco después de su realización. Los dos últimos capítulos pasan a relatar su súbita muerte en Barcelona cuando comenzaba a disfrutar de un merecido prestigio internacional y algunas de las críticas recibidas de las exposiciones realizadas en su homenaje posterior y, finalmente, otro dedicado a analizar la “radicalidad esencial” de la obra de Gargallo contextualizando la investigación formal del artista maellano en relación con sus vanguardias coetáneas: el cubismo, el futurismo, el expresionismo, el art nouveau .y otras más conservadoras como el noucentisme catalán, pero tratadas con una pátina de innovación y modernidad.

A través de este viaje pluridimensional  va surgiendo la figura de un Gargallo agobiado permanentemente por penurias económicas que intenta hacerse un hueco en la implementación artística de una Barcelona a la que una burguesía emergente quiere dotarla de muestras de grandeur. Y a ella contribuirá con sus bajorrelieves y esculturas clasicistas de bulto redondo que embellecerán la obra pública y algunos caserones burgueses de la Barcelona de principios del siglo XX. Pau Gargallo va a sentirse cómodo con los ideales y valores del catalanismo conservador de la época, aunque su sentido ético le llevará por otra parte a mantener unas posiciones políticas claramente aliadófilas ante la Gran Guerra de 1914. Esta dualidad, tanto en su tarea creativa como en su actitud vital, entre tradición y vanguardia, lo convertirá, en opinión de Mas, en un artista particularmente inclasificable “lo que en algunos momentos le ha podido perjudicar en su trayectoria y a ojos de la crítica”.

 En cuanto al objeto de su trabajo, la materia artística, Gargallo opta decididamente por el cuerpo humano, unos cuerpos que “ni sudan ni trabajan. Se exponen claros al día, al sol, a la luz mediterránea. Si llevan pesados cántaros sobre sus cabezas, lo hacen a modo de trofeos (Las aguadoras, 1925); si están junto a la mies recién segada, es para echarse la siesta como en La segadora o El durmiente, de 1924 “ en palabras de Carlos Mas, que ve en ello signos del humanismo gargalliano, con ese culto al cuerpo humano, “donde no hay dolor ni angustia y sí fuerza y energía” alejado de planteamientos estéticos militantes propios del movimiento obrero de la época.

En cuanto a la irrupción de la potente figura del Profeta, muestra de lo acertado de la apuesta final de su autor por el dúctil metal y la moderada abstracción, Mas la inscribe  dentro de la búsqueda obsesiva de Gargallo por la luz a través de los ángulos cóncavos y convexos que la potencian o ensombrecen y de los huecos producidos por el vaciado del volumen que, paradójicamente, aumenta su sensación de corporeidad.

Para este crítico de la obra cumbre de Gargallo, el vacío (los vacíos) del Profeta son un símbolo de libertad, tanto ontológica como instrumental (la levedad de sus materiales). Una libertad que deja en el aire una diáfana espiritualidad, un afán de transcendencia, conceptos que la estudiosa E. Lucie Smith emparenta más con los dioses paganos (Zeus, Neptuno) que con los de la neo tradición cristiana.

Para entender  las claves de toda esta filosofía iconográfica: ese inquietante mensaje-grito apelativo del Profeta,  Carlos Mas bucea entre las lecturas de cabecera del autor y allí encuentra posos de Dostoievski y Nietzsche,  en el sentido pesimista de la existencia de uno y en los destellos proféticos del otro. También vincula este profesor de Arte la magna obra  gargalliana a pensamientos orientales como el budismo y el taoísmo, filosofías en las que el vacío no son la ausencia de nada sino “el elemento vertebrador y estructurador de la otra parte, más corpórea, del individuo.”

Y llegamos al fatídico año 1934, el de la definitiva consagración internacional del maestro de Maella, con exposiciones a ambos lados del Atlántico y a su vez el de su temprana e insospechada muerte por una fulminante pulmonía, a los pocos días de habérsele abierto una exposición homenaje en Barcelona y en vísperas de inaugurar otra en Reus a la que ya no pudo asistir. Mas recoge en este apartado algunas de las reseñas críticas aparecidas en La Vanguardia y algunas revistas sobre estas muestras a los pocos días de su muerte y su lectura da la certera sensación de que para la intelectualidad catalana de entonces tenían más valor artístico las obras clasicistas de Gargallo que las de su “época del metal” que eran consideradas por algunos de ellos como un mero “divertimento, fruto de la frivolidad o un mero ornamento”. Todo ello lleva a afirmar a nuestro crítico biográfico que si esta última etapa de Gargallo no hubieses existido, el autor maellano tendría hoy obra permanente en el Museo de Arte Contemporáneo de Cataluña. 

En los dos últimos capítulos, más teóricos, el autor matiza conceptos que él mismo atribuye al artista como el de la ‘radicalidad’ diciendo que “pese a sus rupturas formales, Gargallo siguió siempre apegado a la naturaleza humana.”

Este impulso renovador le llegó a intentar imitar, mediante series de planchas  consecutivas, las técnicas del cinematógrafo, nacido por aquel entonces. 

Asimismo, Mas afirma que dicha radicalidad “pese a su carácter innovador, no llegó a traspasar los límites de la fealdad” y califica algunas de sus obras de “humanismo expresionista”. Volviendo al carácter inclasificable del creador de Maella, nuestro crítico concluye que el arte que hacía Gargallo era “poesía en el aire”.

Cabe destacar de esta excelente edición de Prensas de la Universidad de Zaragoza la cantidad y calidad de las imágenes de las profusas obras comentadas, la mayor parte de ellas procedentes de la colección del Museo Pablo Gargallo del Ayuntamiento  Zaragoza, una joya de la museística internacional cuya visita  recomendamos, tanto el autor del libro en sus páginas como el autor de esta crónica en las suyas.