Texto: Mario Sasot. Fotos: Elena Cebrián.
Música, pasacalles con gigantes y cabezudos, visitas guiadas a los principales monumentos de la ciudad, talleres y otras múltiples actividades para niños, inundaron todo el fin de semana las calles del casco antiguo de Gerona en una sinfonía de bullicio, luz y color. Todo ello tuvo lugar el 30 y 31 de enero en el transcurso de la V edición de “Girona 10”, una iniciativa de la Asociación de Hostelería y Turismo de Gerona y el Ayuntamiento de la ciudad para atraer a la misma a un amplio público procedente de toda la península. Una vez al año, Gerona deja de ser la ciudad tranquila y recoleta de siempre y se ve inundada de gentes que disfrutan de la visita de sus calles, murallas y edificios históricos que atraviesan más de veinte siglos y las culturas árabe, judía y cristiana.
Paras ello las entidades organizadoras del evento distribuyeron miles de invitaciones en diferentes lugares de España, entre ellas para participar en el sorteo de quince mil tickets descuento para hoteles, restaurantes y cines de la localidad al que concurrieron más de cincuenta mil personas.
Nada más bajar del AVE, que nos trajo en dos horas y media desde Zaragoza a Gerona, nos topamos en la Plaza de la Constitución con una multitudinaria sesión de Zumba, donde centenares de personas, en su inmensa mayoría mujeres-todo hay que decirlo- bailaban al ritmo que marcaba la joven monitora cubana Mónica Sánchez con un conjunto de instructores de la ciudad.
Por la tarde, después de haber comido unos sabrosos platos de comida casera y local en el restaurante “La nova llesca” ( C/ Pedret, 90) nos volvemos a sumergir en los espectáculos de calle que atraviesan, calles puentes y plazas manteniendo un perenne espíritu alegre y desenfadado.
Al caer la tarde acudimos al Mercat del Lleó, donde se ha organizado una multitudinaria degustación de productos de los puestos de los vendedores, acompañados de un vino o una cerveza.
Desde la galería central del piso más alto del mercado, un joven ataviado con un delantal de pescatero (una especie de fish-jockey) pinchaba discos mientras abajo, la gente, mecida por su ritmo, tomaba unas ostras (4 euros media docena), un montado de salmón o unos quesos o embutidos del país, regados con vinos del Berguedà o l’Empordà. Justo al lado, detrás del mercado, los más jóvenes disfrutaban de una cerveza o un gintónic (a cuatro euros) al ritmo de una música electrónica, desde las 4 de la tarde hasta las 11 de la noche del sábado, a cargo de grupos como el “live set” Víctor Santana, que cerró la fiesta .
A las 8 de la tarde pudimos disfrutar de una visita guiada a la Catedral.
Un grupo de teatro de animación gerundense, encarnando a personajes históricos como Carlomagno, Ibn Shamir, un árabe conquistado por el anterior, Dolça de Provença, mujer de Ramón Berenguer IV, o a una bruja de las gárgolas de la Catedral convertida en piedra por sus “malas palabras”, nos informó con ironía y humor y desde el tiempo histórico real, cómo se proyectó y construyó el templo actual.
Después todavía hubo tiempo de cenar en el Vim (C/ Anselm Claver), uno de los muchos restaurantes que estos dos días ofrecen a los visitantes menús a 10 euros (de ahí el nombre lo de Girona 10).
La mañana del domingo amaneció con la misma explosión de música, bailes y demás atractivos por sus calles.
El recorrido por la parte superior de la muralla, que circunda buena parte de la ciudad medieval y renacentista da una perspectiva diferente de la ciudad que la que se visita a pie de calle. Además te permite pasar casi por encima de viejos edificios emblemáticos como el viejo seminario y las distintas Facultades de su pujante Universidad.
Finalizado este paseo, quasi aéreo, fue interesante revisitar la Catedral y la Basílica de Sant Feliu, esta vez de día, donde la magia de la iluminación de velas y focos y las historias nocturnas se transmutan en la luz solar de sus magníficas vidrieras y, gracias a ella se puede observar con claridad y detenimiento los capiteles historiados y las inscripciones de las lápidas que embaldosan el suelo de su claustro.
Pero Gerona no da tregua al visitante hasta dejarlo exhausto de tanto saber y belleza. Es tiempo de visitar el Barrio Judío Medieval y su estupendo Museo, vivo testimonio de la presencia judía en la ciudad hasta su expulsión o “reconversión forzada” por los reyes católicos. O la casa Masó o el Museo del Cine, o de dar un paseo en Burricleta, unas bicis provistas de albardas de burro con las que recorrer el casco viejo de parte a parte de forma sana y ecológica.
Uff, se hace tarde. El AVE no espera. Aún nos dio tiempo de recoger las maletas del emblemático hotel Nord 1901 y de comer, en la misma calle Nord, un sabroso menú, tan sano y ecológico como un paseo en bici, en el restaurant Cuida’t. Nos vamos con ganas de más. Pero volveremos en otra ocasión.
Zumba popular en la plaza de la constitución.